Evadiendo la pega encontré esta foto de un viaje al sur cuando chica... me encanta; llevo puesto unos suspensores de caricaturas que eran mortales... y me gusta también la expresión de sopresa de mi hermano. Como a él, me sorprendería que hoy pudiésemos sentarnos en unas sillas como esas.
Me encanta este paseo. Lo hago una vez al año, pero me gustaría hacerlo más seguido. Desde Vespucio vengo haciendo el floreo, respiro agitada para tragar el aire de octubre y cuando llego a la reja verde, doy la vuelta entera y hago la reverencia. Saco el pañuelo blanco cuando quedan 4 casas, y me seco las lágrimas con él (a veces he usado la manga del chaleco).
Reviso los espacios entre los pastelones que he recorrido y cada año me parecen más pequeños. Comparto raros sonidos con la gata, el perro bueno y el perro celoso y luego saco una vez más el pañuelo; esta vez lo agito para decir solo palabras lindas, buenos deseos y me dirigo feliz hacia la plaza... inspiro con un gesto meloso el aire, agito la respiración otra vez y siento que el amarillo saludable, no crepúsculo, me invita a habitar los alrededores del cuadrante. Y me quedo contenta.
Mientras enchulaba el blog pensaba en eso de las 7 vidas... a ratos siento que al menos llevo 3... mínimo, por lo bajo... a diferencia de los gatos no muero, las llevo en paralelo. Unas van pasando, avanzan y crecen, otras se estancan y esperan por cosas nuevas. La semana pasada la adolescente dejó las culpas, los complejos, las aprehensiones y las miradas a los extraños a lo lejos... con distancia. Ahora sueña con que los días pasen rápido para poder hacer otras cosas. Otra de las mías-nuestras-vidas tiene una casa, completa, con todo lo que lleva dentro... la odiosa cocinita, los baños, las alfombras, las camas, la "comidita" y los famosos Pin y Pon para moverlos, hacerlos hablar e inventar "rutinas" entre ellos. Es difícil, es bueno, es complicado, es placentero, es tierno, es complicado y es cada vez mejor... (aunque debo confesar que mi juego favorito era "los pobres", algo así como la vecindad del chavo). A veces, pocas veces, viene la mujer, que no es la madre, que no es la hija tampoco, para retirar las cosas y cambiar de juego o invitar a la mesa a almorzar.... a esa mujer la conozco pero evito saludarla, la miro, pero evito que me ponga atención y me diga qué hacer... la quiero, pero le temo al mismo tiempo... "Miedo de ser dos caminos del espejo: alguien en mí dormido me come y me bebe". 






